En su interior cabían 275 personas. Son cinco galerías abovedadas, de ladrillo visto, a ocho metros de profundidad. Entramos en el refugio antiaéreo de la Guerra Civil en el Parque del Retiro.
Muchos corredores pisan a diario sobre unas planchas metálicas a la altura de la puerta de Ibiza, en paralelo a la valla que cerca el Retiro por Menéndez Pelayo. Desconocen que bajo esas láminas se esconde uno de los tres accesos al refugio de la Guerra Civil española (1936-1939), construido por el Ayuntamiento de Madrid para proteger a los ciudadanos de los bombardeos, primero de los Junkers de la aviación nazi y luego de la artillería instalada en el entorno de la Casa de Campo.
Hay que recordar que 1.491 madrileños murieron víctimas de los bombardeos ordenados por el general Francisco Franco en los primeros compases de la guerra para desmoralizar a su población madrileña, una cifra similar a las víctimas del bombardeo de Guernica. La mayor parte de las bombas fueron lanzadas por escuadrillas de Junkers Ju 52 enviados por Hitler para apoyar al bando sublevado.
El refugio ha permanecido durante décadas como un pequeño secreto del que solo eran conocedores los jardineros del Retiro, que lo utilizaban para guardar sus utensilios, y algunos vecinos de más edad del barrio de Ibiza. En 2017 salió a la luz en los medios de comunicación -lo recogimos en este artículo de Retiromanía- al emprenderse una primera excavación para tratar de facilitar su localización y rehabilitación. Cuatro años después, el refugio está casi listo para su visita: se ha acondicionado para que pueda recorrerse, eso sí, con ciertas precauciones.
Solo se ha habilitado uno de los tres accesos: el que se esconde tras las planchas metálicas junto a la valla del Retiro. Los otros dos se encuentran junto a la Casa del Contrabandista (hoy Florida Retiro) y bajo la avenida de Menéndez Pelayo. En total, son más de 150 metros de galerías subterráneas, escaleras, aseos y espacios para el almacenamiento. Según Antonio Morcillo, presidente de GEFREMA (Grupo de Estudios del Frente de Madrid), que nos acompañó en la visita, el refugio probablemente nunca se llegó a utilizar porque cuando estuvo operativo habían cesado los bombardeos sistemáticos sobre Madrid.
El acceso situado junto a la Casa del Contrabandista es el que pudimos ver en obras en 2017, cuando se decidió excavar el lugar. Se adivinaba una puerta abovedada al final de unas escaleras. La entrada desde la avenida de Menéndez Pelayo está aún sin localizar, mientras que el acceso desde la valla de Menéndez Pelayo está ya perfectamente habilitado para posibles visitas. Esta vez hemos podido adentrarnos en sus galerías gracias a una iniciativa del grupo de defensa del patrimonio Cuidar Retiro y las facilidades dadas por el Ayuntamiento y la dirección del parque.
Las galerías están dispuestas como en zigzag y recorren decenas de metros bajo el Retiro. Probablemente continúan bajo la la avenida de Menéndez Pelayo, pero esa parte está aún cegada y pendiente de posteriores trabajos.
Lo primero que se topa el visitante al bajas las primeras escaleras son los aseos construidos para los refugiados. Están como en un piso intermedio entre la puerta de acceso y las galerías. Bajando más escaleras se accede por fin a las galerías, a ocho metros de profundidad, donde impresiona la sensación de humedad y la longitud de los pasillos. También te invade la claustrofobia y el miedo que debían sentir los madrileños en estos lugares mientras en el exterior sonaban las sirenas y las bombas . ¡Cómo debería ser con 275 personas hacinadas en su interior!
Este no es el único hecho histórico que relaciona el Retiro con la Guerra Civil. Como investigamos en Retiromanía, el busto de Pablo Iglesias, fundador del PSOE, fue encontrado en 1979 tras permanecer enterrado en el Retiro durante la dictadura. Lo había salvado de la destrucción, escondiéndolo bajo tierra, un delineante socialista del Ayuntamiento, José Pradal, durante la dictadura. Y en el Retiro fue elegido Manuel Azaña Presidente de la República, el 10 de mayo de 1936, en una sesión celebrada en el Palacio de Cristal. Solo dos meses después estallaría la Guerra Civil.
“Pasarán unos años y olvidaremos todo, se borrarán los embudos de las explosiones, se pavimentarán las calles levantadas, se alzarán casas que fueron destruidas. Cuanto vivimos parecerá un sueño y nos extrañará los pocos recuerdos que guardamos”. Lo escribió Juan Eduardo Zúñiga (1919-2020), novelista y vecino de Menéndez Pelayo, en “Largo noviembre en Madrid” (1980). El refugio antiaéreo del Retiro es memoria viva de un tiempo terrible que no debemos olvidar.
Texto y Fotos: Ignacio Bazarra.