El lunes 5 de diciembre de 1633 quedará grabado para la historia de Madrid. Fue un lunes de diciembre, un día desapacible que amenazaba lluvia y nieve. El agua, que finalmente no hizo aparición, estuvo a punto de malograr la fiesta que Felipe IV había organizado para inaugurar su gran palacio ajardinado. Las fiestas duraron dos días. Hubo teatro, música y luchas entre animales. Una gran fiesta barroca para celebrar el final de una obra largamente acariciada por el Rey Planeta y su valido, el Conde-Duque de Olivares.
El Palacio del Buen Retiro fue erigido entre 1630 y 1633 en los terrenos que rodeaban el monasterio de los Jerónimos, un edificio de la época de los Reyes Católicos que, desde la llegada al trono de su nieto, el emperador Carlos I, era utilizado por los monarcas españoles como lugar de retiro en momentos de luto o de recogimiento religioso. De ahí el nombre del “Buen Retiro” con el que se bautizó el Palacio y que ha perdurado hasta la actualidad.
¿Qué era el Palacio del Buen Retiro? Básicamente, un conjunto de edificios que se fueron agregando según las necesidades que iban surgiendo. Desde el principio el Palacio respondió a necesidades relacionadas con el ocio y la cultura. La sede oficial de la Monarquía hispánica era el Alcázar, que en el siglo XVIII quedaría destruido por un incendio y sobre cuyos cimientos se construyó el Palacio Real. Del Palacio del Buen Retiro hoy solo perviven el Salón de Reinos, que próximamente será remodelado para formar parte del Museo del Prado, y el Casón del Buen Retiro, que en la época de los Austrias funcionó como salón de baile, además de los jardines que hoy conforman el Parque del Buen Retiro.
Las fiestas de inauguración del Retiro
El Conde Duque de Olivares, que se había empeñado en dar a su señor un palacio que le sirviera de recreo, dispuso una gran fiesta para inaugurarlo. Presidieron los festejos el rey Felipe IV, su esposa, la reina Isabel de Borbón, y el príncipe heredero, Baltasar Carlos. El primer día hubo una corrida de toros en la que participaron ocho nobles encabezados por el Conde Duque, además de una justa en la que participó el propio Felipe IV, la representación de una comedia y un banquete. Al día siguiente, el martes 6 de diciembre, los festejos continuaron a pesar de la nieve con una comida, una nueva justa en la que el rey ganó dos trofeos y, para finalizar, toda la corte se desplazó a la “leonera” donde presenciaron un combate entre un toro y un león. La lucha a muerte la ganó el león. Los pormenores los sabemos gracias a los documentos oficiales y las crónicas de la época recogidas por Jonathan Brown y John H. Elliot en “Un palacio para el rey”.
El Retiro se construyó con mucha prisa y sin atender a un proyecto arquitectónico serio. Los materiales eran de mala calidad y no era propiamente un palacio, sino un agregado de alas y salones que se fueron levantando durante la década de los años 30 bajo la dirección de Alonso Carbonel. No había fachada principal ni escalera de acceso: nada de alardes arquitectónicos. La riqueza del Retiro residía en los jardines que lo rodeaban, con sus ermitas y sus estanques y canales navegables, y en las pinturas y el mobiliario que se usó para su decoración. Entre los cuadros que colgaban en el Salón de Reinos había varias obras de Velázquez, Rubens y Zurbarán como La rendición de Breda o Los diez trabajos de Hércules. El rey y Olivares convirtieron el Retiro en un gran museo. En sus salones se exhibían las grandes colecciones de arte de un rey que pasaría a la historia más por su mecenazgo y su buen gusto artístico que por sus dotes como gobernante.
El Retiro se usó como residencia real hasta finales del XVIII. La Guerra de la Independencia lo dejó gravemente dañado. Fernando VII reconstruyó los jardines, pero demolió gran parte del palacio. El parque se fue abriendo paulatinamente al público hasta que en 1868, tras el derrocamiento de Isabel II, pasó a ser propiedad del pueblo de Madrid, siendo alcalde Nicolás María Rivero.
Texto: Ignacio Bazarra
Foto: “Vista del Palacio y Jardines del Buen Retiro” (siglo XVII), de Jusepe Leonardo. Palacio Real de Madrid.
2 Comments
Raúl
05/12/2017
Carlos I no era hijo de los Reyes Católicos, era su nieto. Cuando Carlos I subió al trono, Isabel llevaba años muerta y Fernando había fallecido un par de meses antes.
Retiromanía
21/01/2018
Gracias, Raúl, lo hemos corregido.
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