
Es uno de los grandes arquitectos de Madrid del XIX al XX, junto a Antonio Palacios y Ricardo Velázquez Bosco. El barcelonés José Grasés i Riera se instaló en 1878 en la capital española, nada más licenciarse en Arquitectura, donde nos dejó obras maestras como el Palacio de Longoria (hoy sede de la SGAE), el Teatro Lírico (hoy sede del Consejo General del Poder Judicial), el Palacio de la Equitativa (en plena remodelación para albergar el hotel Four Seasons) y el monumento a Alfonso XII en el Retiro. Murió el 12 de febrero de 1919, justo hace 100 años.
Grasés i Riera había nacido en Barcelona el 25 de abril de 1850, donde su padre ejercía como procurador. Estudió tanto en la Escuela de Arquitectura de Madrid como en la de Barcelona, donde fue compañero de Antoni Gaudí, completó la carrera y se licenció. La mayor parte de su carrera profesional la ejerció en Madrid, donde ocupó diversos cargos públicos como arquitecto de la Dirección de Beneficencia y Sanidad y de varios organismos del Ayuntamiento.
Su importante labor como urbanista incluyó varios planes de remodelación de la capital, el más conocido de ellos la creación de la Gran Vía Central que uniría el norte con el sur de Madrid con el Paseo de la Castellana como eje. No se llevó a cabo, pero influiría en el urbanismo de la época. Como arquitecto firmó numerosos edificios de viviendas de la alta burguesía madrileña, pero pasó a la posteridad por sus palacios y edificios representativos en los que plasmó la influencia que ejercía la arquitectura francesa y en los que también introdujo un elemento completamente revolucionario en Madrid: el Modernismo. El Palacio de Longoria, en la calle de Fernando VI, y el monumento a Alfonso XII son dos magníficos ejemplos de la arquitectura modernista y Art Decó que tanto nos maravillan en Barcelona.

José Grasés i Riera en su despacho. La foto la publicó en 1914 la revista “La Esfera” (Biblioteca Nacional de España)
El Monumento a Alfonso XII, la obra que no vio terminada
La prematura muerte del rey Alfonso XII, con solo 27 años como consecuencia de la tuberculosis, causó una gran conmoción en España en 1885. Su coronación había supuesto la restauración de la monarquía tras la Revolución Gloriosa y la Primera República y durante su reinado se puso fin a las guerras carlistas. Así que su viuda, la regente María Cristina, se puso manos a la obra para erigir un gran monumento en su memoria en Madrid. Se pretendía representar al fallecido rey como “El pacificador” y la figura donde se cristalizaban todas las regiones de España. La iniciativa la formalizó en el Senado el senador valenciano Polo Bernabé, un personaje de gran importancia para la historia económica de España, pues fue el primer productor masivo de naranjas en España e introdujo el cultivo de la mandarina, una variedad procedente de China.

Maqueta del Monumento a Alfonso XII, obra de de José Grasés i Riera. Publicada en la revista “La Esfera” en 1914 (Biblioteca Nacional de España).
Desde el primer momento se decidió que la estatua ecuestre del rey fuera realizada por Mariano Benlliure. Y se barajó instalarla en el Paseo del Prado, en la Puerta del Sol o enfrente del Palacio Real. Pero finalmente se decidió erigirla en la plaza de Isabel II (Ópera).Se abrió una suscripción popular, pero la obra quedó paralizada. Eran años difíciles, tras las guerras de África y el desastre de 1898. Así que el proyecto se guardó en un cajón hasta que la reina María Cristina lo rescató en 1901. Se creó una Comisión del Monumento y se decidió que se ejecutaría en solo un año, para que el joven príncipe Alfonso pudiera inaugurarla en 1902, coincidiendo con su mayoría de edad y su coronación. Pero de nuevo el proyecto se envolvió en dificultades y en polémica. Pronto surgieron voces críticas con la adjudicación “a dedo” de la estatua a Benlliure y con el emplazamiento, en una plaza pequeña donde no luciría lo suficiente. Así que se convocó el 16 de abril de 1901 un concurso público en donde los autores pudieran proponer no solo el tipo de escultura sino el emplazamiento.

Obras en el Monumento a Alfonso XII, de José Grasés i Riera. Fotografía publicada en la revista “La Esfera” en 1914 (Biblioteca Nacional de España)
Ahí es donde surge la figura de José Grasés i Riera. Fue uno de los 19 arquitectos y escultores que se presentaron al concurso de ideas. Entre los finalistas estaban los proyectos de Agustí Querol, Mariano Benlliure, Aniceto Marinas y Joaquín Suñol. El elegido fue el de Grasés i Riera. La magnitud del monumento propuesto, con una escalinata, un auténtico museo de esculturas (incluida la del propio Benlliure) y una espectacular columnata en forma semicircular convencieron al jurado. Pero, sobre todo, se tuvo en cuenta la audacia de su emplazamiento: el Estanque del Parque del Retiro.

Retrato de José Grasés i Riera en el “Álbum Ibero Americano” (1901)
Finalmente, la primera piedra del monumento se colocó justo el día en que estaba previsto que se terminara: en la coronación de Alfonso XIII el 18 de mayo de 1902. Pero la obra no concluiría hasta 1922, tres años después de la muerte del arquitecto. El fallecimiento de Grasés i Riera obligó a que se eligiera como sustituto a Teodoro de Anasagasti, que siguió las directrices del arquitecto catalán, aunque por problemas de dinero no se pudieron realizar todas las esculturas previstas, como las cuatro figuras aladas que se pueden ver en la maqueta coronando las cúpulas de la columnata, encargadas a Ricardo Bellver, el autor del Ángel Caído, también en el Retiro.
Texto: Ignacio Bazarra
Fotos: Revistas “La Esfera” y “Álbum Ibero Americano”. Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de España.
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