El atentado contra Felipe IV en el Coliseo del Buen Retiro

14 de febrero de 1662. El rey Felipe IV y su familia se disponen a presenciar, en plenas fiestas de Carnaval, “El hijo del Sol, Faetón”, una comedia que ha escrito para la ocasión Pedro Calderón de la Barca. Los reyes y la corte son ajenos a lo que se prepara entre bambalinas: varios cartuchos de pólvora están dispuestos para hacer volar el Coliseo del Buen Retiro y, con él, los símbolos del Imperio español. La casualidad, o la impericia, hicieron que la pólvora no explotara.

Tras el atentado fallido, todas las miradas se dirigieron a Don Gaspar de Haro. Este noble, sobrino nieto del Conde Duque de Olivares, era el alcaide del Buen Retiro, además de productor teatral y uno de los mayores coleccionistas de arte de la España del XVII. Fue el chivo expiatorio del atentado. Pagó con la cárcel y el destierro este intento de magnicidio.

La investigación que siguió al hallazgo de la pólvora en el escenario del Coliseo es digna de una novela negra. Durante meses se rastrearon todos los movimientos de Haro, marques de Carpio y marqués de Eliche (o de Heliche, según las fuentes), y fueron interrogados sus empleados, su familia y sus esclavos. La inquisitoria, dirigida por Gaspar de Sobremonte, un auténtico Poirot de la época, quedó registrada en los archivos reales y ha sido objeto de un apasionante estudio por parte del historiador Alberto Martín Monge, de la Universidad Complutense de Madrid: La pólvora, el veneno y los esclavos: el atentado de 1662 en el Buen Retiro y el fin de la carrera política de don Gaspar de Haro en la Corte”, publicado en la revista Atalanta.

En resumen, Gaspar de Haro fue encontrado culpable y condenado a prisión. Las razones del atentado hay que buscarlas en la rivalidad entre varias facciones por hacerse con el control del poder en Madrid. El marqués de Carpio salió perdiendo en su batalla contra el duque de Medina de las Torres y, por lo que sabemos, se fabricaron pruebas y testimonios para incriminarle. ¿Ordenó él atentar contra Felipe IV por los celos que le provocaba el cada vez mayor acercamiento del duque de Medina de las Torres al rey? ¿Fue todo una pantomima para incriminarle y alejarlo de la Corte? El caso es que pasó más de un año en el calabozo, en la Alameda de Osuna, hasta que salió para cumplir la pena de destierro y con el compromiso de alistarse en el ejército. En Portugal participó en la batalla de Estremoz, en 1663, y fue hecho preso. Tardó cinco años en regresar a Madrid. Ya con Carlos II en el poder, pudo volver a gestionar los bienes que había cuidado en su ausencia su esposa, Antonia María de la Cerda, y fue enviado como embajador a Roma.

El Coliseo del Buen Retiro, escenario del atentado contra Felipe IV

El Coliseo del Buen Retiro, en una escenografía pintada por Francesco Battaglioli (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando)

Gaspar de Haro, un personaje esencial del Barroco y de la Historia del Arte

Gaspar de Haro y Guzmán (1629-1687) era hijo de Luis Méndez de Haro, valido real y sobrino y heredero del Conde Duque de Olivares. A la muerte del Conde Duque, Luis de Haro se convirtió en uno de los hombres fuertes de la corte de los Habsburgo. Su hijo Gaspar fue un hombre culto y cosmopolita. Según algunos enviados extranjeros a Madrid, era de los pocos nobles españoles con los que se podía entablar una conversación interesante. Heredó de su padre una vasta colección de libros y de arte y, lejos de malvenderla, la incrementó con numerosas adquisiciones. La más relevante de todas, la “Venus del espejo” de Velázquez. En cuanto a los libros, la colección era inmensa, producto de la afición bibliófila de su tío abuelo, el Conde Duque de Olivares, que amasó una biblioteca de 2.700 libros impresos y 1.400 manuscritos.

Retrato de Gaspar de Haro (Biblioteca Nacional de España, 1660) Grabado de Arnold Van Westerhout

Retrato de Gaspar de Haro. Grabado de Arnold Van Westerhout, fechado en 1660 (Biblioteca Nacional de España).

Gaspar de Haro era un libertino, obsesionado como su rey, Felipe IV, por las actrices del Coliseo del Buen Retiro. Tuvo numerosas amantes y un gusto particular por las obras de arte de contenido erótico. Según algunos historiadores, él mismo encargó la Venus a Velázquez, un cuadro del que disfrutaba en sus habitaciones particulares lejos de las miradas indiscretas. Tal fue su adoración por la Venus velazqueña que se la llevó a Roma y a Nápoles en el final de sus días. Otros historiadores sostienen que el marqués no encargó el cuadro a Velázquez, sino que se lo compró a un marchante, Domingo Guerra Coronel.

La Venus del Espejo, de Velázquez

La Venus del Espejo, de Velázquez, en la National Gallery de Londres

La “Venus del espejo” la heredó su hija, Catalina Méndez de Haro. Esta, al casarse con el Duque de Alba, hizo que la colección de más de 3.000 obras (Tiziano, Tintoretto, Rafael, Leonardo da Vinci, Rubens…) pasara a la Casa de Alba. El cuadro de Velázquez permaneció hasta finales del siglo XIX en poder de los Alba, que lo tuvieron colgado en el Palacio de Buenavista (hoy Cuartel General del Ejército, en Cibeles) y lo vendieron a Manuel Godoy, el valido de Carlos IV. Durante la Guerra de la Independencia, las tropas inglesas saquearon el recinto y el lienzo terminó en Londres, donde pasó por varias manos antes de recalar en la National Gallery. Un botín de guerra, en definitiva, como tantos que hubo en España durante la Guerra de la Independencia por parte de franceses e ingleses.

Pero volvamos al marqués de Carpio. Gaspar de Haro, una vez solventadas sus dificultades en la Corte y en Portugal, fue rehabilitado durante el reinado de Carlos II. Llegó a ser nombrado embajador en Roma, entre 1674 y 1682, y virrey de Nápoles, desde 1682 hasta su muerte en la ciudad italiana en 1687. Fue uno de los virreyes españoles que mejor imagen dejaron en Nápoles, donde siguió ejerciendo como mecenas de las artes y amigo de los grandes artistas de la época. Una vida de película. ¿Algún director se anima?

Texto: Ignacio Bazarra

Fotos: Grabados y cuadros de la Biblioteca Nacional de España, National Gallery y Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Composición fotográfica de Ignacio Bazarra.

Write a comment:

Your email address will not be published.

© RETIROMANÍA by BdR comunicación