“Recibí Roma como una ciudad de barro y la dejé como una ciudad de mármol”. Las palabras de Augusto resuenan tan solemnes y eternas como la ciudad que nos legó. Henryk Dabrowski llegó dos mil años después, desde su Polonia natal, y plasmó con su trazo exquisito de arquitecto el alma de la Ciudad Eterna. Este verano podemos admirar sus acuarelas y dibujos en el Museo Lázaro Galdiano.

Henryk Dabrowski (Varsovia, 1927-2006) es un gran desconocido en España. Hay quien le considera el Piranesi polaco, porque sus visiones de Roma parecen coincidir no solo en el espacio sino en el tiempo con las del pintor italiano del XVIII. Tanto es así que el Lázaro Galdiano los ha colocado juntos para que sus perspectivas de Roma se encuentren a pesar de los dos siglos que las separan. Ambos fueron pintores y arquitectos. Y nadie mejor que ellos para asomarnos a la plaza Navona, el arco de Septimio Severo o el templete de San Pedro en Montorio.

El Museo ha decidido dividir la exposición en dos espacios diferenciados. En la planta primera, al lado de la sala de los Goya, se despliegan las grandes acuarelas y dibujos de Dabrowski. En la planta baja, la obra del arquitecto polaco dialoga con la de Giovanni Battista Piranesi y con otros elementos pictóricos y escultóricos de la colección romana que atesoró José Lázaro en Parque Florido, el palacio de la calle Serrano que hoy alberga el museo que lleva su nombre.

La idea de exponer en Madrid por primera vez a Dabrowski fue de Izabella Godlewslka (1931-2018), pintora y arquitecta como él, con quien coincidió en los años 60 durante la estancia de ambos en Roma. Godlewska, una estupenda pintora y escultora cuya obra pudimos admirar en el Retiro en 2015, puso todo su empeño, antes de fallecer el 12 de junio pasado, en la realización de esta muestra.

“La bella señora”, como la denominó la embajadora de Polonia en España, Marzenna Adamczyk, en la inauguración oficial el pasado día 10 de julio, pasó media vida viajando por el mundo junto a su marido, el embajador español Eduardo Aranda de Carranza, y cedió al Museo, para esta exposición, el cuadro más espectacular de los 11 expuestos: la vista de Plaza Navona, dibujada en 1965 a lápiz, tinta, tiza y aguada.

Plaza Navona (1965), de Henryk Dabrowski

Plaza Navona (1965) – Henryk Dabrowski

La comisaria de la muestra, Carmen Espinosa, se declara admiradora de la perfección del trazo de Dabrowski. “Ese trazo de línea es propio de un arquitecto, pero esa atmósfera que lo envuelve, ese acabado, es de un pintor. Como arquitecto sabe encuadrar un edificio, ir a lo esencial, pero hay un tratamiento de la luz, del color, que denota la sensibilidad de un pintor”.

“Es la fusión de la visión de un arquitecto y de un pintor”, subraya la también conservadora-jefe del Lázaro Galdiano. Le preguntamos por la sensación de estar contemplando una perspectiva de  Roma que bien pudiera haber trazado un arquitecto renacentista, un viajero inglés del XVIII o el propio Piranesi. “La de Dabrowski es una visión tradicional. Si un dibujante inglés se coloca en el mismo punto de plaza Navona o Porta Latina va a captar lo mismo”. La eternidad de Roma, sin la presencia de personas ni objetos animados, salvo los cedros que Dabrowski dibuja con tanto esplendor.

Dabrowski dibuja como si fuera tejiendo una tela de araña, subraya Carmen Espinosa. “Mientras Piranesi imaginaba las ruinas como cárceles lúgubres. Dabrowski hace un tratamiento especial de la línea, que se va entrecruzando con un ritmo frenético. Lo vemos en las torres de campanas de San Giovanni en Porta Latina, que parecen como telas de araña. Va tejiendo las luces y las sombras y hay algo en ello que nos recuerda a Piranesi”.

Dabrowski Templete de San Pedro en Montorio

Templete de San Pedro en Montorio (1965) – Henryk Dabrowski

Hay una obra que llama especialmente la atención en la exposición: el templete de San Pedro en Montorio, ubicado en la Academia de España en Roma, del que se exponen dos versiones. En una de ellas aparece una columnata que figuraba en el proyecto original de Bramante. Pero ese elemento nunca se llegó a construir, explica Espinosa. Se acabó el dinero que habían mandado los Reyes Católicos para erigir ese templete en memoria de su hijo el príncipe Juan, fallecido prematuramente. Dabrowski, conocedor de esa  circunstancia, estudió los planos originales de Bramante y decidió pintarlo como lo había imaginado el arquitecto renacentista, pero también la versión real. En la exposición se pueden admirar ambas interpretaciones, la real y la soñada por Bramante.

“Dabrowski va al proyecto original y lo dibuja como si hubiera sido. Tuvo acceso a proyecto de Bramante, fue a la fuente renacentista a buscarlo”.  Nuevamente su alma de arquitecto. Una de sus  debilidades fueron los árboles, como el magnífico cedro del Líbano que custodia la citada iglesia de San Giovanni.

Dabrowski Teatro Marcelo

Columnas del Templo de Apolo y Teatro Marcelo (1965) – Henryk Dabrowski

El pintor polaco vivió en Roma entre 1963 y 1967. En 1964 hizo una exposición en el Palacio Venecia de Roma. Durante esos años en Italia dibujará la Roma clásica y regalará a sus amigos romanos, muchos del cuerpo diplomático, sus acuarelas y dibujos.

Dabrowski, nos cuenta Carmen Espinosa, se formó como arquitecto al finalizar la Segunda Guerra Mundial y participó activamente en la reconstrucción del país. Llegó a ser profesor de la Universidad Tecnológica de Varsovia. En los años 50 y 60 del pasado siglo, a pesar del aislamiento soviético, viajó por toda Europa y expuso en Roma, Londres, París, Berlín o Viena. Su obra pictórica consta de más de un millar de dibujos, realizados a lápiz, carboncillo o tinta mexclado con toques de tiza y acuarela. Buena parte de ese legado lo custodia la Fundación que preside su sobrino, que viajó a Madrid para la inauguración de la muestra.

La exposición permanecerá abierta hasta el 9 de septiembre. El Museo Lázaro Galdiano, en la calle Serrano 122, abre de martes a sábado de 10 a 16:30. El domingo, de 10 a 15:00.

 

Texto y fotos: Ignacio Bazarra.

Reproducciones de los cuadros: Museo Lázaro Galdiano.

 

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