En el Estanque del Retiro, esa balsa de agua que ya existía en el reinado de Felipe II, se representaron naumaquias (batallas navales) a lo largo del siglo XVII. Pero no sólo se organizaban recreaciones bélicas para asombro de la Corte y de los visitantes extranjeros. Fue también escenario de colosales representaciones teatrales que aprovechaban la gran extensión de agua para narrar grandes hazañas o viajes mitológicos. En un islote central, hoy desaparecido, los actores declamaban sus versos rodeados de múltiples peripecias náuticas.
La tradición teatral del Retiro se remonta a su misma fundación en el siglo XVII. El Alcázar de Madrid, donde hoy se alza el Palacio de Oriente, era la austera residencia oficial de los Reyes desde el traslado de la Corte a Madrid en el siglo XVI, pero el Palacio y los Jardines del Buen Retiro se levantaron a propósito para recreo de la Corte. El Alcázar era muy serio y muy frío. Por eso, nada más concluir el Buen Retiro en 1633, Felipe IV mandó construir un Coliseo dentro del recinto palaciego. Fue inaugurado el 4 de febrero de 1640 con “Los bandos de Verona”, una versión de Francisco Rojas Zorrilla sobre los amores trágicos de Romeo y Julieta.
El Coliseo del Retiro vio estrenar numerosas obras del Siglo de Oro. Lope de Vega y Calderón fueron dos de los autores más representados. En el XVIII, ya con los Borbones, pasó a convertirse en un teatro de ópera barroca, uno de los más fastuosos de Europa, con el rey Fernando VI como mecenas y Farinelli “Il Castrati” como principal estrella. Desapareció definitivamente con la guerra de la Independencia, pues el Ejército de Napoleón dejó destrozados tanto el Palacio como el Parque del Buen Retiro tras utilizarlos durante cuatro años como cuartel general y fábrica de armas. Las imágenes que adjuntamos son pinturas al óleo del italiano Francesco Battaglioli sobre las escenografías del Real Coliseo del Buen Retiro durante el reinado de Fernando VI y Bárbara de Braganza. En los cuadros se puede apreciar la fastuosidad de las representaciones operísticas en el Coliseo.
¿Dónde estaba el Coliseo del Retiro?
Del Palacio del Buen Retiro sólo quedaron en pie en 1812 dos edificios: el Casón del Buen Retiro, perteneciente al Museo del Prado desde 1971 y que originalmente fue un Salón de Baile, y el Salón de Reinos, que albergaba el trono real y las reuniones de las Cortes, decorado con más de mil lienzos, como “La Rendición de Breda”, de Velázquez. El Salón fue reconvertido en el siglo XX en Museo del Ejército y hoy permanece abandonado.
Justo a un lado del Casón, y en dirección a la puerta de Alcalá, se alza hoy en día un imponente y decimonónico edificio de viviendas en tonos cremas. Ahí, en ese solar, es donde estuvo en los siglos XVII y XVIII el Coliseo del Retiro. En los días de viento aún parece escucharse la voz de Farinelli.
Calderón “de las Barcas”
Al insigne dramaturgo bien podríamos llamarle Calderón de las Barcas del Retiro, porque tanto en el Coliseo como en el Estanque estrenó buena parte de su obra.
En una calurosa noche de julio de 1640, exactamente el día 3, se representó por primera vez en el Estanque “El mayor encanto, amor”, una comedia escrita por Calderón, Rojas y Solís para festejar el santo de la reina Isabel de Borbón, primera esposa de Felipe IV y madre del malogrado heredero Baltasar Carlos. Góndolas napolitanas recubiertas de plata, fuentes flotantes, simulacros de rayos y animales vivos en las riberas del Estanque ayudaron a recrear las aventuras de Ulises y las brujerías de Circe, según nos cuenta Juan Serrano en su libro “La corte del Parnaso”.
El Coliseo del Retiro llegó a ser uno de los escenarios más fabulosos de Europa. Un motivo de orgullo para Felipe IV, también llamado “el rey poeta”, en plena decadencia del Imperio. En 1652 se estrenó “Las fiestas de Anaxarte y el amor correspondido”, una obra también calderoniana -¡de siete horas de duración!- donde desaparecían los telones y el escenario se abría a los jardines.
El parque, como vemos, era en sí mismo un escenario. Cuatrocientos años después, el Retiro reviviría esa era de esplendor, esta vez como plató de cine. Y con John Wayne y Rita Hayworth como estrellas invitadas. Pero esa historia la dejamos para otro día…
Texto: Ignacio Bazarra
Imágenes: Real Academia de Bellas Artes de San Fernando