El Coliseo del Buen Retiro

Cuando salgas del Retiro por la puerta de Felipe IV, desde el Parterre, dirige la vista a la derecha del Casón del Buen Retiro. Allí, donde hoy se alza un edificio de color crema, estuvo el mejor teatro de la Europa del Barroco. Lo dirigió un italiano llamado Carlo Broschi. Más conocido como Farinelli, “Il Castrato”.

Farinelli fue el niño mimado de las cortes europeas. Las Casas Reales se disputaban su presencia. El equivalente a lo que para nosotros representaron en el siglo XX Pavarotti o María Callas. A mediados del siglo XVIII recaló en Madrid. Lo llamó la reina Isabel de Farnesio, parmesana, para que aliviara las penas de su marido, un enfermo y deprimido Felipe V. Tanto encandiló “Il castrato” al monarca que, a pesar de que había sido contratado para unas semanas, terminó quedándose 25 años en la Corte de Madrid. Llegó a ser caballero de la Orden de Calatrava.

El cantante napolitano amenizó durante años las veladas de Felipe V, primero, y después de su sucesor, Fernando VI, un melómano que encontró la horma de su zapato en la reina Bárbara de Braganza, infanta portuguesa muy cultivada y amante de las artes. El matrimonio nombró a Farinelli director de los dos teatros de la Corte: el del Buen Retiro y el del Real Sitio de Aranjuez.

Farinelli en el Retiro

El Coliseo del Buen Retiro había sido ya un espacio artístico de primer orden con los Asutrias. Se levantó en 1640 como pieza fundamental del Palacio del Buen Retiro que mandó construir Felipe IV. Estaba a un lado del Salón de Baile, que sobrevivió a la destrucción del Palacio durante la Guerra de la Independencia y que hoy conocemos como Casón del Buen Retiro.

En el Coliseo se representaron por primera vez obras de los grandes del Siglo de Oro, como Calderón de la Barca y Rojas Zorrilla. Pero el recinto languideció tras la muerte de Felipe IV y Carlos II, hasta que Fernando VI ordenó reconstruirlo y convertirlo en el teatro de ópera más importante del siglo XVIII. Y puso al frente del Coliseo a Farinelli.

El teatro, que vio estrenar las óperas más representativas del Barroco, se reformó completamente para ampliar su capacidad y dotarle de las técnicas escénicas más avanzadas de la época. Cabían unos 500 espectadores, 64 de ellos cómodamente instalados en los aposentos reservados para los reyes y sus invitados. ¿Cómo era la orquesta? Gracias a los archivos que dejó Farinelli, hoy sabemos que había 16 violines, 4 violas, 4 violonchelos, 4 contrabajos, 5 oboes, 2 trompas, 2 clarines, 2 fagotes y 2 timbales.

“Sin exageración alguna se puede muy bien asegurar que en Europa no hay teatro que iguale al de la Corte de España por su riqueza, y abundancia del escenario y vestuario”, escribió Farinelli.

De la grandiosidad y barroquismo de las representaciones dan fe los óleos que pintó Francesco Battaglioli por encargo de Farinelli. Dos de ellos encabezan este artículo y recogen escenas de las óperas italianas “Armida placata” y “Didone abbandonata”. Los cuadros se conservan en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid.

Farinelli y la ópera no despertaron el mismo entusiasmo en el sucesor de Fernando VI, su hermano Carlos III, que lo destituyó en 1759 aunque le mantuvo la asignación de 135.000 reales anuales. La siguió cobrando hasta su muerte en Bolonia (Italia) el 16 de septiembre de 1782.

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