Una sucursal del paraíso
Los bombones son para el verano, y las trufas para el invierno. Cada placer tiene su estación. Los mostradores de Moulin Chocolat exhiben estos días trufas, croissants, tartaletas, éclairés, mermeladas de mango, frambuesa o naranja y azafrán, magdalenas de ecos proustianos y, por supuesto, los célebres macaron que han popularizado en Madrid, de sabores tan evocadores como violeta, pétalo de rosa o vainilla de Tahití.
Las trufas las inventó en el siglo XIX un pastelero de Chambéry (Francia), esa ciudad de Saboya que dio nombre a uno de los barrios más castizos de Madrid. Y en Moulin Chocolat, siempre tan francés, las tienen de todos los sabores imaginables. Las trufas salen de la imaginación de Ricardo Vélez, el fundador de esta casa chocolatera. La encargada de plasmar sus sueños es Sonia Andrés.
Esta valenciana, de Sollana, tuvo la fortuna de crecer en Suiza en el seno de una pastelería atendida por su madre. Entre montañas nevadas aprendió a “entrenar el paladar”, como ella dice, y, tras estudiar en la Escuela de Pastelería es, desde hace ocho años, la chef de Moulin Chocolat.
Ricardo Vélez empezó a endulzarnos la vida en la cocina de Lhardy, el centenario restaurante de la carrera de San Jerónimo conocido por el sublime suflé que remata su famosa sesión de cocido madrileño. Ahora plasma sus ideas en esta tienda con vistas al Retiro, el parque donde Ricardo practica su afición al monopatín. Para degustar las delicias de Moulin, hay que venir aquí directamente. No hay franquicias, ni vende sus creaciones en otros establecimientos. Es la catedral del chocolate. Sólo tiene un defecto: cierra los lunes.
La marca
www.moulinchocolat.com
Alcalá, 77. 28009 Madrid
T. 91.431.81.45
Martes a Sábado de 10:00 a 21:00
Domingos y Festivos de 11:00 a 18:00
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¿Panettone o roscón de Reyes?
El roscón de Reyes de Moulin Chocolat es un clásico en las Navidades de Madrid, lo mismo que el turrón de chocolate. Pero, ya desde el mes de noviembre, los escaparates de esta chocolatería se pueblan de panettones de chocolate y naranja, que desaparecen por arte de magia a la hora del desayuno o la merienda. Más de 2.000 ejemplares salen cada año de los hornos comandados por Sonia Andrés cada Navidad. Cuestan 20 euros y los envuelven para regalo con delicadeza de artesano.
El chocolate de la felicidad
Las galletas Manjari Happy se derriten en la boca y, como por arte de magia, te hacen sonreír. Pura felicidad. Están elaboradas con la variedad de chocolate Manjari, de la casa francesa Valrhona, y flor de sal. Este cacao tan especial procede de Madagascar, el país de los baobabs, aquellos árboles gigantes que Antoine de Saint-Exupéry inmortalizó en “El Principito”. Ricardo Vélez se abastece de chocolate en Valrhona, una exclusiva fábrica situada en Tain-L´Hermitage, en el Valle del Ródano, con plantaciones propias en Trinidad y Tobago, Madagascar y Venezuela.